Unidos por una mejor ciudad
Sus problemas son numerosos, variados y cambiantes, por eso, mejorar la ciudad es un proceso infinito. Una muestra en el CCLM exhibe proyectos en Latinoamérica que, desde la arquitectura y el diseño urbano, aportan con espacios públicos de calidad; mientras universidades y actores privados y públicos también buscan soluciones para abordar temas de planificación y desarrollo.
Más de la mitad de la población mundial vive hoy en ciudades. En Latinoamérica y el Caribe, la cifra llega al 80%. Lugares imperfectos, atraen cada vez a más personas, aun cuando han dejado de ser urbes amables con el ser humano y han puesto al automóvil en el centro de ellas. Ese cambio de foco se suma a problemas globales como el déficit habitacional, la proliferación de campamentos, el dispar acceso a la movilidad y a los servicios, también la delincuencia, el cambio climático, la migración. Temas que preocupan y que inspiran iniciativas privadas, públicas y académicas para ayudar a mitigarlos.
Desde la arquitectura y el diseño urbano surgen muchas de las soluciones que permiten mejorar la vida en las ciudades, como lugares de encuentro, transporte seguro, áreas verdes o de acceso a la cultura. Así lo demuestra la exposición ‘Libre acceso. Espacio público contemporáneo en América Latina’, que hasta agosto se presenta en el CCLM: en ella se exhiben diversos proyectos que han logrado un efecto positivo en distintos países, desde México hasta Chile; propuestas diversas que plasman cómo la arquitectura responde a la necesidad de los ciudadanos de apoderarse de sus espacios, con ideas eficientes y de gran impacto. Curada por los arquitectos Fabrizio Gallanti y Francisca Insulza, socios de FIG Projects, con ella quieren visibilizar obras que propician y acogen la vida colectiva.
–La ciudad ha crecido demasiado y se ha olvidado de generar una planificación para la creación de espacios públicos de calidad, y estos son fundamentales porque generan comunidad, obligan a la convivencia y a la negociación, promueven la cohesión social y la civilidad –dice Insulza.
Las urbes de la región se parecen entre sí porque surgieron de procesos similares, como la matriz colonial española y portuguesa; la migración campo-ciudad; la informalidad; la ausencia de control estatal, entre otros. Es interesante entonces ver cómo han resuelto problemas equivalentes con proyectos que pueden ser replicables o adaptables. En la selección hay obras nacionales, como la Municipalidad de Nancagua, de Beals Lyon Arquitectos, que regala un espacio abierto de uso comunitario; o el Parque Bicentenario de la Infancia, de Elemental, que entregó áreas verdes a barrios vulnerables. Ideas geniales como la reutilización de la cubierta de un estadio en desuso para albergar el Mercado Mané en Brasilia, de Bloco Arquitectos; un complejo multiuso en Caracas que, ante la escasez de terreno, está suspendido sobre los techos; o un comedor común que se formalizó para integrar actividades sociales.
–Colombia ha hecho un trabajo fenomenal en los últimos años en obras de espacio público e infraestructura, a través de la arquitectura. Brasil y México también tienen una tradición importante, y en Chile hay mayor conciencia en los últimos años –agrega.
El interés por los temas de ciudad se ha vuelto prioritario en el contexto actual y el mundo académico está generando también debate y conversación. Una mirada desde su experiencia excepcional trajo hace unos días a distintas universidades del país el arquitecto colombiano Alejandro Echeverri, cofundador de Urbam, miembro del Centro para el Futuro de las Ciudades del Tecnológico de Monterrey, y uno de los actores en la transformación de Medellín hace 20 años. A su juicio, vivimos una crisis global agudizada por los problemas sociales y políticos, y este momento de incertidumbre y falta de confianza se expresa también en el territorio urbano.
–Las ciudades latinoamericanas son tremendamente inequitativas, el 40% o 50% de ellas son invisibles para quienes toman las decisiones. Y hay fenómenos que se están haciendo generales, como el narcotráfico y la violencia, la migración, el cambio climático, y, con ellos, la arquitectura y urbanismo cobran mucha importancia para solucionar temas urgentes como vivienda, espacio público, transporte y acceso a servicios –dice Echeverri, quien trabajó con el alcalde de Medellín, Sergio Fajardo, cuando la ciudad era la más peligrosa del mundo, y a través de la estrategia Urbanismo Social se enfocaron en conectarla, hacerla más integrada y visibilizar los barrios de la periferia.
Asegura que no se han solucionado todos los problemas, pero se salió de la crisis profunda gracias al consenso producido entre todos los actores. ‘Una lección de Medellín es que después de 15 o 20 años, los programas y obras que han resistido son los que fueron creados con la implicación, apropiación y conexión con iniciativas comunitarias. Yo creo más en un gran volumen de pequeños proyectos de arquitectura que en uno grande, para desatar un ecosistema replicable que genere un impacto mayor y sea más sostenible’, afirma.
En Chile, un ejemplo de unión de voluntades es el recién creado City Lab Biobío, iniciativa que durante cuatro años actuará en el Gran Concepción. Un proyecto del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), con el financiamiento del Gobierno Regional del Biobío y la CChC Concepción y ejecutado por Corporación Ciudades, en alianza con la UDD, U. de Concepción y del Biobío, y la fundación ChileMass. Su fin es fortalecer la planificación habitacional y el desarrollo urbano sostenible de la ciudad, con innovación y tecnología.
El supervisor del proyecto, arquitecto e investigador senior del City Science de MIT Media Lab, Luis Alonso, dice: ‘En las ciudades se pueden ejercer acciones rápidas y solucionar problemas globales de forma local’. Por eso, aplicarán su metodología que permite realizar simulaciones a escala en tiempo real, trabajando con la comunidad y actores relevantes para ayudar a superar temas locales como la brecha de acceso a servicios y equipamiento o enfrentar la proliferación de campamentos precarios; soluciones que requieren de una mirada consensuada, multidimensional y a largo plazo.
El plan se inició en el sector Costanera para luego ampliarse a todo el Gran Concepción, un dato relevante considerando que es la segunda metrópoli más extensa del país y las medidas que ahí se adopten pueden ser ejemplo para otras ciudades.
Fuente: El Mercurio - Vivienda y Decoración