La estabilidad financiera de Chile
La estabilidad de la moneda y el normal funcionamiento de los pagos internos y externos son dos pilares de todo sistema económico moderno. En Chile, la responsabilidad de resguardarlos es del Banco Central, el que periódicamente ofrece su perspectiva respecto de la situación macrofinanciera en su Informe de Estabilidad Financiera (IEF).
En la versión correspondiente al primer semestre de 2024, publicada esta semana, la autoridad monetaria nos recuerda que hoy la principal fuente de inestabilidad financiera se encuentra en el escenario externo. La evolución de las condiciones en los mercados de capitales globales, fuertemente influida por los ajustes de política monetaria pospandemia y por las tensiones geopolíticas, ha generado alta incertidumbre, manifestada en una peculiar volatilidad en las tasas de mercado de corto plazo. A esto se ha sumado un desacople en los ciclos de las economías desarrolladas respecto de las emergentes, lo que ha generado presiones cambiarias que dificultan la convergencia inflacionaria. Tal como lo demostró el reciente dato de IPC para abril —una variación inesperadamente alta, de 0,5% mensual—, Chile es un ejemplo de lo anterior. Esto obligará al Banco Central a una especial cautela. Y es que la inflación ha disminuido, pero aún está lejos de la meta de 3%.
En el ámbito local, el IEF da cuenta de algunas de las dificultades que enfrenta el país en el mediano y largo plazo. En el centro de estas se encuentra la profundidad del mercado de capitales, que continúa en niveles bajos, luego del gigantesco impacto de los retiros previsionales, habilitados por el actuar irresponsable del Congreso. Esto se traduce tanto en peores condiciones de financiamiento de mediano y largo plazo como en una menor capacidad de mitigar shocks externos.
En este sentido, una de las principales preocupaciones macrofinancieras debe ser la evolución de la deuda pública. Hoy, y luego de un constante aumento observado desde 2008, ella se ubica en el 39,8% del producto y se estima crecerá hasta el 41% en el corto plazo. Dadas las más altas tasas de largo plazo, sus vencimientos en los próximos años significarán un mayor costo de endeudamiento. De hecho, el IEF plantea que el costo estimado de renovación para un período de 10 años habría pasado de US$ 2.800 millones en septiembre del 2009 a US$ 14.900 millones en diciembre de 2023. Esto obliga a asumir con responsabilidad las alertas levantadas por el Consejo Fiscal Autónomo respecto de las cuentas fiscales. Los riesgos de que el nivel prudente de deuda, estimado en un 45% del PIB, sea superado en el período 2025-2028 no deben ser desatendidos.
En el ámbito microeconómico, la preocupante evolución de la mora, incumplimiento e impago de los créditos es un segundo fenómeno que llama la atención. En las empresas, el impago ha tenido una tendencia al alza, alcanzando niveles históricos, situación que también se observa para la mora de los créditos comerciales. Particular preocupación genera el incumplimiento de empresas que recibieron créditos Fogape-Covid, lo que debe representar una lección de política pública.
En cuanto a los hogares, si bien la deuda agregada se mantiene con bajo dinamismo —el endeudamiento total equivale al 49% del PIB—, resultado natural del menor crecimiento económico y peores condiciones crediticias, el IEF da cuenta de que el impago también ha aumentado desde mediados de 2023, particularmente en los créditos de consumo, que han alcanzado los niveles de cuotas impagas más altos en una década. Los hipotecarios impagos igualmente han mostrado un aumento en el último año.
Afortunadamente, la adecuada regulación financiera y la correcta gestión de la banca explican que los ejercicios de tensión analizados por el Banco Central indiquen un buen posicionamiento de la economía frente a posibles shocks futuros. Sin embargo, la evolución del endeudamiento, tanto fiscal como privado, junto con el creciente impago, señalan que el país no ha internalizado el nuevo escenario que enfrenta. Hoy todas las proyecciones apuntan a que Chile no tendrá niveles de crecimiento robustos en la próxima década. En este contexto de estancamiento permanente, más que aumentar el endeudamiento, es necesario comenzar a ajustar el gasto a la baja. La desatención a este inevitable ajuste puede pasar a ser, hacia adelante, la mayor fuente de inestabilidad para el país.
Fuente: El Mercurio