Fuga de capitales, una tendencia que no se detendrá
Hace unas semanas, el Banco Central informó que en el primer semestre la salida de capitales desde el país volvió a subir, sumando un total de US$ 3.157 millones, un 178% más que en junio de 2023.
Esta tendencia, junto con la fuerte caída de la inversión que viene arrastrándose desde mediados de 2023, es un claro reflejo de que los principales grupos económicos y family offices no confían en una recuperación económica y consideran mucho más seductor llevar sus recursos a mercados que sí les merecen confianza.
Por varios motivos, considero que es muy difícil revertir este cuadro y que volvamos al optimismo que tuvimos antes del estallido social. Primero, porque la sensación es que hay un clima tributario poco atractivo. Aunque algunos expertos opinan que es posible llegar a un acuerdo respecto del pacto fiscal, desde mi perspectiva no hay consenso ni piso político para una reforma de ‘grandes acuerdos’ que deje a todos conformes.
También influye la activación del convenio para evitar la doble tributación entre Chile y Estados Unidos, que generó una reducción importante en la carga impositiva final que se aplica a cada dólar de capital que invierten los chilenos en ese país. Además, muchas estructuras de inversión que antes se hicieron a través de otros países se están reevaluando para ajustarse a las reglas del convenio, beneficiando a quienes invierten directamente en EEUU. Por ello, es uno de los principales focos de interés y, sobre todo, su sector inmobiliario. A pesar de sus problemas de inflación y las tasas de interés altas que encarecen la inversión, esta industria sigue siendo un imán para grandes flujos de capital proveniente de Chile, sobre todo hacia el estado de Florida y, en particular, el sur de Miami.
Por otro lado, en la región tenemos un país tremendamente competitivo, Uruguay, que los family offices chilenos están utilizando como plataforma para invertir en diferentes mercados, gracias a sus ventajas patrimoniales y de impuestos. Al enumerarlos uno recuerda mucho los atributos que antes se decían sobre Chile y que, lamentablemente, se han ido perdiendo: estabilidad política y macroeconómica, reglas del juego que no cambian, libertad cambiaria y de transferencia de capitales hacia y desde el exterior sin restricciones, y aspectos tributarios muy favorables para los no residentes. Diferentes fuentes posicionan a Uruguay primero a nivel latinoamericano en los índices de democracia, estado de derecho, percepción de corrupción, libertades civiles y desarrollo de gobierno electrónico. ¿En qué se ha traducido todo esto? En un sistema financiero robusto y estable, con la banca patrimonialmente mejor y menos expuesta de la región.
Lo de Uruguay es envidiable. Actualmente, brinda un ambiente muy propicio para el crecimiento y protección de las inversiones, las mismas condiciones que Chile debería ofrecer. Sin embargo, ya no es así, y por ello el rebalanceo y diversificación de los portafolios de los inversionistas locales post estallido y pandemia, especialmente hacia activos inmobiliarios estadounidenses, toma cada vez más fuerza. Y lo peor es que podría ser definitivo. Tiempos que no volverán, capitales que tampoco lo harán.
Fuente: El Diario Financiero